Agradecemos el diálogo impulsado desde el Ayuntamiento para recoger las propuestas alrededor de la concreción de las medidas del Plan de derechos culturales, pero queremos hacer constar que este se está haciendo sobre un documento ya cerrado y publicado, sin una mesa de diálogo proactiva en su proceso de elaboración, y que, por tanto, sólo se nos permite generar un retorno, el cual recogemos en el presente documento. Esta dinámica nos reafirma el hecho de que no se cuenta con la ciudadanía de una manera real en el momento de gestar los grandes ejes vertebradores de la política municipal.
Si bien es cierto que el diálogo con la institución ha sido y de manera voluntaria, no lo es que se haya estado elaborando este plan con el tejido cultural. Por tanto, no creemos que sea del todo exacto ni justo que se incluya al final de este documento un listado de colectivos y asociaciones como si estos hubieran estado trabajando estrechamente y de manera proactiva con el Ayuntamiento en la redacción de este Plan. Nos lo hemos encontrado hecho y publicado sin capacidad de intervención, y tampoco hemos sido consultados durante el proceso.
Pensamos que el redactado es muy ambiguo, deja muchas puertas abiertas y puede ser interpretado desde muchos puntos de vista políticos, dando espacio incluso a una lectura ciertamente neoliberal. Es un plan a merced del color político del gobierno que haya en cada legislatura. En este sentido creemos que no es suficientemente valiente a la hora de blindar determinadas políticas en lo referente a proteger, en concreto, el tejido que representamos juntamente con otras entidades y agentes culturales. Valoramos, muy positivamente, que se afronte por primera vez y de manera decidida las políticas culturales en tanto que derechos de la ciudadanía.
Querríamos destacar que el Plan de derechos culturales utiliza el término “Cultura de base”, formulado de tal manera que lo vemos como una apropiación por parte del ICUB y el Ayuntamiento de Barcelona del término y su significado, bajo una concepción con la que no nos sentimos ni identificadas ni representadas, tal y como ya hemos manifestado en diálogos previos con el Ayuntamiento de Barcelona (Carta de disconformidad de la Cultura de Base de Barcelona (CB) con el documento de medidas de apoyo al tejido cultural de Barcelona del ICUB).
En este documento nos centramos en dar respuesta y valorar exclusiva- mente el apartado dedicado a la Cultura de base. Obviamente el Plan de derechos culturales es mucho más amplio y contiene otros apartados que también deberíamos poder valorar y dar respuesta, pero debería haberse dado en una mesa de trabajo previa y en esta fase de retorno estamos convencidas de que cada sector aportará sus propios criterios.
Consideramos que algunos ejes que el Plan de derechos culturales presenta en este apartado entran en contradicción con algunos de nuestros propios principios: pensamiento crítico alrededor de la praxis del arte y las políticas culturales de ámbito local, la transparencia y la independencia institucional. En líneas generales, consideramos que la propuesta repite una dinámica que define las políticas culturales desde arriba (instituciones y equipamientos) hacia abajo (la base cultural). Desde CB consideramos que el Ayuntamiento debería marcar los marcos de referencia y poner las herramientas, pero no establecer la programación o las directrices. Pensamos que es necesario un cambio radical en las políticas culturales que traspase la programación directamente al sector. En vez de generar más festivales o equipamientos, sería necesario que fuera la misma actividad y las trabajadoras culturales del sector quienes se hicieran cargo. Transformar la cultura que ya existe en la ciudad en un bien común, en lugar de querer programar o dirigirla desde una duplicidad innecesaria. Hemos superado el horizonte de los grandes eventos y de la piedra.
En este sentido, queremos ser críticas con la creación continua de nuevos espacios y estructuras culturales, sin antes apostar por el fortalecimiento de la presente red cultural y proyectos ya existentes que están en condiciones precarias, como ya exponemos en el Informe de l’estat de la Cultura de Base de Barcelona (2019) elaborado a partir del proceso de mapeo hecho hasta el 2020.
El presente escrito mantiene las demandas constantes de la CB desde fa hace ya más de una década: la transparencia, el cambio de modelo estructural de gestión, la trazabilidad de los presupuestos públicos y de los criterios que los rigen, y la creación de un órgano que audite la institución de manera independiente, un Observatorio Ciudadano de la Cultura. A continuación, resumimos algunas de nuestras propuestas y reflexiones que se conectan con el presente Plan de derechos culturales en lo que concierne a la Cultura de base, porque creemos en el potencial de crear la unión y de estrechar lazos comunes en pro de una cultura de base crítica, independiente y transparente.
Para facilitar el diálogo, recogemos debajo de los mismos puntos mencionados en el Plan nuestras propuestas y reflexiones, si bien algunas de ellas podrían formar parte de diversos puntos.
Pensamos que la conversión de los Premios ciudad de Barcelona en un programa de becas es un acierto, y en este sentido damos nuestro pleno apoyo a esta línea de actuación. Sin duda, es importante potenciar las ayudas públicas destinadas a un apoyo que no pase por subvenciones ni la necesidad de una justificación económica. Pensamos que es una manera positiva de dar soluciones a muchas trabajadoras y agentes culturales que, por el hecho de no estar establecidas como asociaciones o colectivos jurídicos, o por el hecho de no ser autónomas, tienen dificultades para poderse presentar a otras líneas de ayudas públicas. Asimismo, valoramos positivamente que se dirijan directamente a procesos de creación, facilitando en muchos casos la producción de proyectos nuevos.
La alta demanda de peticiones recibidas en la convocatoria de este año, muy por encima de la dotación presupuestaria y de la capacidad de poder dar un soporte más amplio, pensamos que pone de manifiesto la necesidad de mantener y ampliar estas becas. En cierta manera, la convocatoria se colapsó por la alta necesidad que hay por parte del tejido cultural de ayudas en forma de beca, sobre todo destinadas a producción.
Entendemos que la dotación económica para este programa de becas no tiene que ser parte del presupuesto ordinario de cultura, o en todo caso no ser parte de la partida de subvenciones, sino que debería ser parte de un presupuesto específico y estar destinada a todos los ámbitos, no solo el de las trabajadoras culturales. En este sentido las becas deberían incluir y potenciar también los ámbitos de recerca e investigación, siempre desde la innovación cultural, con voluntad de dirigirse también a la investigación en archivos, universidad, cultura popular…
Consideramos que falta, eso sí, que haya un sistema de retorno proactivo que explique a las solicitantes los motivos de denegación de la beca. Este retorno debería servir para poder entender mejor como se valoran los proyectos y ayudar a las solicitantes a mejorar la metodología, la estructura, y poder encarar mejor los baremos de cara a futuras convocatorias. Creemos que este retorno, que se podría vehicular a través de la Oficina Ciudadana de Cultura, es una herramienta importante de cara a facilitar la comprensión de los criterios que se aplican al puntuar las solicitudes, tal y como se hace, por ejemplo, en las convocatorias de la UE. Es también un sistema de retorno que incide en la transparencia, evitando así la sensación de opacidad que alguien pueda tener respecto a quién recibe las becas.
Sin entrar a valorar este caso concreto, sí que querríamos aprovechar para comentar que desde nuestro punto de vista este modelo perpetúa la manera de actuar de siempre del Ayuntamiento, creando nuevos espacios y equipamientos institucionales y haciendo cultura de arriba hacia abajo. Es lo mismo que ya se dio con la constitución de las Fábricas de creación.
Sería necesario diseñar, consensuar y desplegar estos equipamientos juntamente con los sectores de la ciudad que ya desarrollan sus propuestas y programaciones en vez de generar nuevos equipos directores, y tener que asumir la programación desde un ente de nueva creación. Los espacios y las programadoras ya existen y no entendemos la necesidad de crearlos de nuevo.
Nos preguntamos si las casas de cultura serán un nuevo modelo de equipamiento en la misma línea que las Fábricas. Pensamos que este es un modelo fallido y caduco. No se trata de crear nuevas tipologías de equipamientos, cuando ya hay centros cívicos, bibliotecas, fábricas… Pensamos que en vez de nuevos equipamientos lo que hace falta es potenciar el tejido ya existente. No entendemos la necesidad de una nueva tipología de centros. Vemos la misma dinámica, por ejemplo, cuando se habla de la Casa de l’aigua, etc.
Creemos que hace falta un cambio de modelo, una apuesta hacia un modelo de vivero y convivencia de entidades y grupos gestores, ya presentes en el tejido del sector. Los espacios municipales deberían dar solución a la necesidad de espacios (tanto de trabajo como de programación o exhibición), y no generar un nuevo espacio que acabe fagocitando la cultura de base. Por más que haya un pliegue de condiciones bajo concurso público que recoja un sistema de funcionamiento que contemple la vinculación con escuelas de música o otros enseñamientos artísticos, o vehicule un trabajo también de documentación e investigación (archivo, programación, gestión), pensamos que la apuesta debería ser por este modelo de viveros, donde las trabajadoras culturales que ya se dedican a ello puedan establecer un convenio o contrato-programa con una temporalidad fijada de cesión. Generar un nuevo espacio-equipamiento implica de facto una competencia con el sector, por más que se estructure con la voluntad de resguardar o programar conjuntamente con el mismo. Haría falta apostar por una gestión directa por parte de las trabajadoras culturales (entidades, creadoras, programadoras, redes, festivales independientes…) que la ocupen y le den contenido y programación.
Generar más espacios es apostar por la cultura de la piedra, es hacer más estructuras, cuando lo que hace falta es liberar las estructuras para retornarlas a la ciudadanía, en este caso poniéndolas en manos del tejido/sector para una gestión directa. No es necesario multiplicar una programación y una actividad que ya existe en la ciudad, sino dotarla de las condiciones adecuadas para que esta pueda continuar. Transformar los equipamientos en viveros, bajo un pliegue de condiciones claras de uso y de retorno a la ciudad, sería una apuesta mucho más eficiente incluso en términos económicos.
Nuestra reflexión en este punto es a favor de crear nuevas residencias, pero detectamos que no se va a hacer a través de nuevas vías que impliquen el tejido de una manera directa, sino a través de los equipamientos. Pensamos que es necesario potenciar otras fórmulas, como la de los viveros, o crear nuevas residencias gestionadas directamente desde el sector. Además, pensamos que hace falta un programa que haga posible no solo potenciar las residencias en nuestra ciudad, sino establecer un programa de residencias de las trabajadoras culturales locales en otros lugares, centrado en establecer convenios con espacios de otras ciudades y priorizando la facilitación de la interconexión directa entre las trabajadoras/espacios del mismo sector. Si bien el equipamiento que acoja las residencias puede ser perfectamente un equipamiento de los ya existentes, la red con otras ciudades o la convocatoria y gestión de estas se podría hacer perfectamente desde abajo y de manera horizontal, directa, entre las mismas trabajadoras culturales de cada ciudad y de la nuestra.
No entendemos que sea uno de los ejes incluidos en un plan como este. Pensamos que un Plan cultural tiene que definir los grandes marcos de futuro de las políticas culturales dirigidas al sector, especialmente cuando se intenta definir los Derechos culturales, no las estructuras culturales municipales. Claramente, una bienal es un caso concreto de programación cultural, y un modelo muy concreto, también. No es un eje cultural ni un derecho. Si lo entendemos como eje, nos lleva a pensar que se está proponiendo la creación de más festivales y grandes eventos culturales como parte de las grandes líneas de acción cultural.En este sentido, nos situamos plenamente en las antípodas de este tipo de estrategias a la hora de dibujar la cultura de una ciudad. No tenemos ningún tipo de interés en la creación de más macro-eventos, ni marcas, ni en continuar apoyando una visión mercantilista y centrada en una visión proveniente de las industrias culturales y la gestión de la cultura como un producto. Pensamos que no es un modelo de futuro ni un modelo que potencie la ciudadanía cultural y sus derechos, sino más bien los usuarios y el consumo cultural. Si se tiene que llevar a cabo una nueva bienal o un nuevo gran paraguas, será necesario definirlo de manera conjunta con el sector, y reconducirlo hacia posiciones alejadas de los grandes festivales y del intervencionismo cultural; desnudar toda vestidura de bienal tal y como estas se han ido llevando a cabo en las últimas décadas. Estamos plenamente convencidos que tenemos que superar el modelo de grandes ferias, festivales y eventos artísticos que buscan por encima de todo proyectar la ciudad en el ámbito internacional aprovechando todos sus activos culturales, al mismo tiempo que se mantienen las estructuras de la cotidianidad en plena indigencia. Para CB la prioridad es el día a día y no la urgencia de un gran escaparate.
Desde CB apostamos por un cambio en el modelo de subvenciones. Creemos que hace falta pasar de un modelo anual a abrir un nuevo modelo de convenios y/o contratos-programa que garantice una seguridad de 3 o 4 años y mantener un programa de subvenciones para actividades puntuales.
Este cambio de estrategia con un nuevo modelo de contrato-programa obedece al hecho de dar valor y viabilidad a la función que CB lleva a cabo como servicios públicos abiertos a la ciudadanía y en diálogo directo con el territorio. La cultura siempre se ha gestado y hecho desde abajo, en horizontal, y no se trata de convertir el ente público en un nuevo sistema de mecenazgo. Si hablamos de derechos tenemos que hablar, también, de deberes. Por esta razón, apostamos por un sistema de contrato-programa que permita reformular el apoyo público con una apuesta a largo plazo vinculada con una exigencia de retorno a la ciudadanía, de servicio público, de los entes que se acojan. El objetivo es conseguir una acción cultural directa desde abajo que dé respuesta y soluciones a las necesidades estructurales en nombre, también, del municipio.
El modelo de apoyo público de “gestión continuada” se podría vertebrar desde la Oficina de Cultura. Un soporte público continuado y plurianual implica también corresponsabilidad, por esta razón el contrato-programa. Se tiene que establecer una exigencia a dos bandas. En tanto que CB comprendemos que estamos haciendo un servicio público y, pues, también se nos debe exigir y debemos satisfacer estas exigencias. En vez de clientelismo y dependencia del apoyo público, CB implica un retorno y un trabajo cultural a la comunidad, una función social que es la que dota de sentido a la exigencia del cambio de modelo y a un apoyo diferenciado al de las subvenciones actuales.
Respecto al modelo de subvenciones ordinaria y anual que se debe mantener para apoyar proyectos puntuales creemos que es necesario un cambio de calendario de las ayudas. La preparación y resolución deberían de ser entre septiembre y diciembre, no como ahora (preparamos los proyectos a principios de año y se resuelven en el verano). También es necesario aumentar el porcentaje máximo de la ayuda municipal del 50 al 70%.
Desde CB apostamos por repensar también los indicadores de valoración de los proyectos, y no centrarlos, por ejemplo, en la producción de resultados, beneficios y rentabilidad económica como baremos de impacto sobre el territorio. La cultura se debe evaluar en función de unos baremos que prioricen el retorno ciudadano, así como los indicadores que lo rigen, y la creación de públicos por encima de la rentabilidad y la asistencia. Repensar la política cultural municipal y hacer valer la capilaridad de la actividad cultural y artística de base, no fundamentada en grandes eventos, sino en proyectos de participación ciudadana y transformación social y trabajar en otras políticas que protejan los espacios de la cultura de la ciudad de la presión inmobiliaria y la gentrificación. Es necesaria una apuesta firme y sostenida en el tiempo por parte de las instituciones culturales y políticas públicas hacia proyectos que trabajan sin ánimo de lucro, de la iniciativa privada o de la pública y que, asimismo, promueven el impacto y el retorno social. Se necesita una legislación que la garantice.
Desde CB queremos incidir que serían necesarias ayudas específicas que dieran soporte a proyectos en su conjunto, vertebrados sobre el territorio y con voluntad de transformación social, con independencia de las disciplinas artísticas que se ponen en juego con una apuesta clara por la transversalidad y la multidisciplinariedad.
Se debe priorizar un modelo de sostenibilidad a partir de los microcréditos para lacultura. Tenemos que virar hacia un modelo de autonomía. Nos es necesario el apoyopúblico, sí, pero no para funcionar, sino para establecer la continuidad de los proyectos. De la misma manera, se debería impulsar con firmeza una legislación potente para posibilitar la participación de la economía privada en las estructuras culturales (ley de mecenazgo y de desgravación fiscal).
Desde CB, consideramos el actual e ingente gasto en transporte y envíos generalizado en el sector cultural un sinsentido. Pedimos que la Administración pueda hacerse cargo de la mayoría de presupuesto (siguiendo el modelo francés) o, aún mejor, la creación de una empresa pública, cooperativa de transportes y envíos o fórmula similar, que descargue de este peso presupuestario las entidades culturales y permita una apuesta clara por un transporte eficiente, ecológico y transparente
Consideramos que es una recapitulación de los puntos 1 y 5. Ya lo hemos comentado en los puntos pertinentes.
Proponemos que este plan sea gestionado porBarcelonaActiva y que la información se gestione a partir de la Oficina Ciudadana de la Cultura. En el siguiente punto desplegamos qué consideramos que debería ser la Oficina Ciudadana de la Cultura.
La Oficina Ciudadana de la Cultura debe servir para generar una política cultural de la facilitación: desarrollar mecanismos de acompañamiento para proyectos nuevos y también para gestiones de locales, licencias, subvenciones, soporte técnico y de infraestructura, etc.
Este se debería hacer mediante un conocimiento de la realidad de las entidades y del sector cultural de la ciudad. El perfil de personas que deberían trabajar en esta oficina sería, por ejemplo, provenientes de las áreas de las humanidades, ciencias sociales, economía social, gestión cultural, comunicación…
Sería ideal en este sentido que la Oficina tenga la figura de Técnico de cultura en cada barrio que haga de puente con la oficina y las entidades, para conocer las entidades y brindarles apoyo. Consideramos que sería necesaria una oficina física con atención tanto presencial como telefónica para dar apoyo a las solicitudes de subvenciones y otros procesos burocráticos. Otra función que consideramos urgente y necesaria que podría desarrollar este organismo es gestionar y justificar las no concesiones de las subvenciones y ofrecer un informe de retorno a las candidatas, para poder mejorar la transparencia y permitir a las solicitantes hallar y disfrutar del apoyo más adecuado a sus necesidades.
Es preciso involucrar más a la ciudadanía, ya que, tal y como está presentada la oficina a día de hoy, nada tiene que ver con el Observatorio Ciudadano de la Cultura. CB considera que en el organigrama de relaciones del ICUB (estructura política y estructura ejecutiva) falta la visión de la ciudadanía y de sectores de base de la cultura, imprescindibles para crear un ecosistema cultural sano y orgánico. Para tales efectos y como se comentado con anterioridad, una de las demandas permanentes de CB, especialmente desde la constitución del ParlaMento Ciudadano de la Cultura de Barcelona (mayo 2019), ha estado la creación de un Observatorio Ciudadano Municipal de la Cultura (OCMC): un órgano independiente a la institución, pero que trabajaría con esta de manera vinculada y vinculante, encargado de hacer seguimiento de las tomas de decisiones y desde donde se podrían impulsar políticas y mejoras que no cayeran en el cortoplacismo. Una posible vía para tirar adelante esta estructura sería reconvertir el actual Consejo de Cultura del ICUB en un órgano de ciudad, con actividad de control sobre les políticas culturales, con capacidad y funciones ejecutivas y no sólo consultivas, y con representación de perfiles de diversos sectores (creación, pedagogía, antropología, ciencia, bibliotecas, documentación”). Se entiende que este órgano debería ir más allá de las políticas dirigidas a la creatividad, porque “cultura” es mucho más que creatividad. En este sentido, sería necesario hablar de perfiles, no de nombres, y establecer un sistema de elección abierto y democrático basado en estos perfiles.
Esta línea de acción, derivada del programa de bajos de protección oficial, nos parece acertada pero insuficiente. Gran parte de las subvenciones actuales se destina al gasto que es el alquiler de los espacios de las entidades. Parece absurdo que este costo sea que se come gran parte de los presupuestos. Hay diversas vías que podrían resolver esta situación:
En cualquier caso, lo primero que se debería resolver es ayudar a cubrir los gastos de los alquileres de las entidades y su viabilidad antes de hacer equipamientos nuevos. Se tiene que favorecer el arraigamiento de las entidades. Esto implica mantener los espacios en los territorios. La actividad cultural de las entidades de CB está estrechamente relacionada con el entorno en el que se llevan a cabo, y su integración en el tejido urbano es muy importante para mantener viva y diversa la vida de los barrios de la ciudad.
Esta mejora en una nueva licencia de actividad requiere un acompañamiento Porque, una vez conseguida, haya un sostenimiento de las entidades que la tienen.
Esta iniciativa entendemos que se dirige a solucionar problemas actuales con las licencias de actividad y capacitar un paraguas legal, pero querríamos hacer constar que hay muchas entidades y espacios que llevan a cabo su actividad sin una licencia válida, y que muy probablemente tampoco se puedan acoger a esta nueva licencia. Pensamos que es necesario buscar soluciones para amparar legalmente cualquier actividad cultural sin la necesidad de tener una licencia concreta. Destacamos la necesidad de mejorar la presente regulación de licencias para que se ajuste a las necesidades tanto existentes como futuras. Hacemos una reflexión en el sentido que el marco de regular las actividades culturales y públicas no creemos que tenga que ser vía licencias, aunque sabemos que no depende del Ayuntamiento.
Creemos que hay algunos aspectos que no están incluidos en este Plan. A medio plazo lo ideal sería que todo se acompañara de herramientas como una Ley de Mecenazgo y de desgravaciones fiscales para las entidades culturales. Sabemos que no es competencia del Ayuntamiento, pero se debería hacer presión. También se debería hablar de proponer un estatuto del artista o de impulsar bonificaciones en los impuestos municipales para estimular la entrada del soporte privado, por ejemplo.
Asimismo, creemos que se debería establecer un sueldo mínimo regulado para todos los trabajadores culturales que trabajen en un equipamiento o proyecto que reciba dinero público.